miércoles, 23 de junio de 2010

Explotación laboral infantil: nuestro futuro en peligro

El mundo cotidianamente me parece emocionante y digno de caminar, algo que siempre ansío. Pero en muchas ocasiones recogiendo historias de gente que he ido conociendo en distintos lugares y circunstancias, el común denominador suele ser mi sentimiento de rabia, desesperación, pero sobre todo impotencia y sentir que vivimos en un mundo terrible.

“Sucedió hace muchos años y yo pensé que era normal que a todos nos trataran así”, esa fue la forma en que mi conversación con Hawa en el 2008. Hawa trabajó desde los 8 hasta los 12 años en un campo de trabajo infantil en Mali trabajo por el cual su padre recibió 50 dólares y ella apenas un plato de comida al día. Hasta que escapó de ahí.

En los próximos días -10 y 11 de mayo- se llevará a cabo en La Haya la Conferencia Mundial sobre trabajo infantil justo cuando se cumplen 10 años de la entrada en vigor del Convenio número 182 de la OIT sobre las peores formas de trabajo infantil. En dicho evento se presentará también el Informe Global sobre Trabajo Infantil 2010.

Se calcula que en el mundo existen alrededor de 200 millones de niños que son obligados a trabajaren condiciones deplorables, con horarios de sol a sol, con casi nada de comida y a los que se les paga una miseria o muchas veces no reciben un salario pues fueron comprados –o secuestrados- para usarlos como esclavos en enormes campos de trabajo desperdigados alrededor del mundo.

Da lo mismo si hablamos de Africa, America Latina o Asia. Las historias se repiten por igual, cambia el idioma y los rasgos físicos, pero la explotación es la misma.

“… a los 11 años, yo quería seguir estudiando pero en casa no había dinero y vivíamos en una comunidad sin agua ni electricidad. Mi hermana mayor entonces me llevó a una casa en la que ella trabajaba como empleada doméstica. Ahí aprendí a lavar trastes, barrer y trapear…” Fue parte de lo que empezó diciendo Ariadna de Honduras cuando la conocí en 2006. Después de un año de trabajar en aquella casa, el hijo del patrón quiso tocarla y ella se negó. La echaron de ahí cuando él la culpó a ella.

En México no nos quedamos lejos. La historia de Ariadna fácilmente podría ser la de muchas chicas que, aún menores de edad, consiguen trabajo en las ciudades (Distrito Federal, Puebla, Monterrey, Morelos, etc). Jovencitas muchas veces de doce o catorce años que dejan sus estudios para trabajar, sin protección alguna, en casas particulares; prácticas al margen de la ley pero que cultural y socialmente son toleradas.

La mayor parte de los niños que trabaja en el mundo, lo hace en condiciones de inseguridad en un sector informal o clandestino y sin ningún tipo de protección legal. Los casos de explotación llegan incluso a convertirse en casos de esclavitud infantil, trabajando hasta catorce o dieciséis horas al día a cambio de un plato de sopa y un piso en qué dormir.

Lo que debemos entender es que en América Latina como en cualquiera otra región del mundo en desarrollo, el trabajo infantil forma parte de nuestro círculo de pobreza. El trabajo infantil, en cualquiera de sus formas, es un obstáculo para el desarrollo de cualquier país. Solo rompiendo ese círculo se puede salir adelante y asegurar progreso en los siguientes años y ese círculo se rompe asegurando condiciones adecuadas para que los niños no salgan de la escuela y puedan recibir una formación adecuada para su futuro.

Fuente: El Universal
http://blogs.eluniversal.com.mx/weblogs_detalle10840.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario